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sábado, 12 de noviembre de 2011

EL BEBÉ Y LA LUNA


Hace unos meses gané un concurso de relato corto en el foro de Trini Tinturé. Aproveché el romance que todavía hoy tiene mi hijo Dante con la luna para que me sirviera de inspiración y esto es lo que dió como resultado. Espero que os guste...

"Era sólo un bebé cuando la vio por primera vez y ya nunca pudo desprenderse de su imagen. La señalaba con su dedo regordete, entre gritos excitados y risas emocionadas. Cuando consiguió articular su primera palabra fue para llamarla a ella, siempre extasiado por su belleza blanca.
Fue creciendo, como su amor inexplicable e intrincado, para convertirse en el niño que siempre llevaba el reflejo frío de ella en sus ardientes ojos color azul índigo, observándola desde su lugar secreto, el oscuro y desolado claro del bosque.
Y cuando comenzó a lanzarle poemas al viento en la esperanza de que ella los recibiera, viendo pasar las estaciones... cuando se espalda ya había ensanchado y su sonrisa era capaz de cautivar a cualquiera de las jóvenes de los contornos, sólo entonces la luna por fin le habló:
- ¿Me quieres?
- Como a nadie podré querer nunca.
- Pues sube y quédate conmigo.
- ¿Cómo podría hacerlo, dímelo?
- Te espero dentro de tres noches en el claro del bosque. Te convertiré en mi estrella y ya nunca conocerás amor humano.
- No hay lugar en mi corazón para una mujer, pues te amo sólo a ti. - exclamó con vehemencia.
Como la luna era muy desconfiada y había sido testigo de las debilidades humanas, receló inmediatamente de las palabras del muchacho. Ideó una prueba cruel para conocer los verdaderos sentimientos del que, desde hacia tantos años, le admiraba cada noche.
El joven contó los días con impaciencia y a la tercera noche se presentó en el claro del bosque, firmemente decidido a dejar la tierra para encontrar su hogar en el cielo.
Pero algo había cambiado, el claro no era el de siempre. Una casa, cuyos muros se hallaban repletos de flores y enredaderas, se erigía ahora frente a él. La puerta de frío acero, coronada por un arco vegetal, estaba cerrada.
En aquel instante escuchó la voz. Musitaba una canción de cuna. Dedicó una sonrisa a la luna y miró de soslayo  hacia el lugar del que llegaban los sonidos amortiguados de unos pasos. Y la vio:
le faltó el aire, un dolor ardiente se extendió por su pecho y se le enturbiaron los ojos, pues los latidos de su corazón se alojaron de repente allí.
Tenía una larga y ondulada melena rubia, casi blanca, como si sus cabellos fueran hebras de fina plata, que caía suave hasta la cintura. Su piel resplandecía blanca como la leche y sus ojos eran grises, grandes y rodeados de espesas pestañas. Tenía la boca pequeña y la nariz puntiaguda. Su vestido, vaporoso y del color del nácar, flotaba alrededor de sus pies desnudos. Trenzaba una corona de flores entre sus finos dedos.
La luna se estremeció de placer. El muchacho ya era suyo para siempre.
La espigada figura se detuvo frente a la puerta y le miró a los ojos con los labios entreabiertos.
- ¿Vives aquí?
- Sí.
- ¿Cómo te llamas?
- Eso no importa.
- ¿Puedo volver a visitarte?
- Sólo durante el día. Nunca me encontrarás aquí por las noches.

Él asintió a todo. Por primera vez en su vida dejó de mirar al cielo y regresaba cada día, desenado poder saber más sobre ella, sobre su misteriosa vida, sobre la figura que se insinuaba bajo los vestidos blancos, queriendo llenar con palabras los vacíos sin respuesta.
Diez años más tarde se atrevió a pedirle matrimonio, pero ella ni siquiera le contestó. Cuando pensaba a qué dedicaría su amada las noches creía enloquecer de celos, pero no encontraba las fuerzas para dejarla marchar.
Pasaron los años, muchos años. El llegaba al bosque apoyado en su bastón, la espalda arqueada, la imagen frágil, sus manos arrugadas y manchadas, sus ojos color índigo empañados ya por la falta de visión.
Pero ella seguía tan joven y hermosa como siempre, como la primera noche que la conoció. Cómo la única noche en la que le había visto.
El último viaje al claro,
el corazón enamorado, pero demasiado viejo...
Y por fin una respuesta:
- Me llamo Luna.
Una última exhalación, los ojos cerrados, una travesía rápida y la caricia más cálida jamás recibida.
- En verdad me amas.
Y una nueva estrella comenzó a brillar junto a la luna."



Dedicado a todos aquellos que alguna vez vivieron un amor imposible...